
Al leer sobre este síndrome y reflexionar sobre como procesamos las cosas algunas personas. Surgieron estas palabras, es un punto de vista muy personal en medio de un universo de pensamientos.
Los seres humanos y en especial las mujeres, llevamos todos nuestros actos a través del corazón, de las emociones, de poner el alma y el cuerpo a lo que venga, de sentir que todo lo que llega a nuestras vidas tiene que tener una intervención de nuestra parte, que tenemos como madre, hija, amiga, esposa o novia que tratar de una u otra manera de solucionar los problemas de nuestros seres queridos y hacernos cargo.
Tal vez por eso nuestro corazón suele hacernos sentir ahogadas con las emociones no procesadas, al cargar decisiones y responsabilidades que asumimos aún sin pensarlo, que cerramos los ojos, tomamos aire y tratamos de encontrarle la vuelta para que todo salga bien o lo mejor posible para los demás.
Creo que el mejor antídoto es sentarnos y pensar con la mente y no con el corazón, a preguntarnos quienes somos, que queremos, que deseamos, que soñamos, que cosas nos hacen felices y no perder de vista las consecuencias de nuestras decisiones. Partiendo de nuestras vidas, desde nosotras y para nosotras, porque si estamos bien, si nos amamos, si nos cuidamos, si nos damos nuestro lugar, entonces estaremos en condiciones para ayudar sin invadir, para aprender a aceptar las situaciones que vengan. A medida que establecemos relaciones, debemos marcar límites a nuestros actos y aprender a respetar el espacio individual de cada quien, más de una vez nos sorprende la vida con ese encuentro entre la buena voluntad por ayudar y la intromisión en el espacio de los demás.
Hay días en que las hormonas maximizan nuestras palabras, días en que las emociones se agolpan en el pecho, días en que sentimos impotencia de no poder cambiar las cosas en vez de analizarlas y aceptarlas, esos días en que las lágrimas se asoman en la mirada y empañan la vista, días en que se humedece de angustia el alma, el pecho se aprieta y nos sentimos presas de las cosas que pasan y no podemos controlar.
En ese afán de amar, a veces uno se olvida que amar no es sinónimo de pertenencia, sino de libertad, de aceptar al otro, de aconsejar más no imponer, preguntar, contar que pensamos para que no nos adivinen, pero eso no implica que establezcamos reglas de lo que deben hacer, el eterno tema de dejar que cada uno procese cada etapa a su tiempo, sin invadir el espacio.
Hay tantos puntos de vista en esta tierra para cada suceso, como personas hayan observándolo, viviéndolo, es mejor para nuestro corazón aprender a escuchar, el placer de ser escuchado, sin ser juzgado, pero es tan lindo en palabras y tan difícil resulta en la práctica, en eso anda mi alma, en eso está mi corazón que a veces se queda pensando, que a veces le cuesta escuchar, pero que le quedan las palabras de las personas que lo quieren bien, esos seres que están cerca de mí, para que aprenda cosas nuevas cada día.
Un día, una reflexión, un silencio, mi mente observando, mi corazón hablando...... Su voz que me interrumpe........
La vida continua, llevaré a la realidad estas palabras y sonreire para que mi alma y mi corazón encuentren el equilibro.
"El llanto de un corazón roto emite alaridos tan desgarradores que arañan el alma del más despiadado".
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