domingo, 21 de septiembre de 2008

Señoras y señores mi Avispón!!!!


Para los que me preguntaron........No era un novio!!!!

Para Neil

El arte de perder no es difícil adquirirlo.Tantas cosas parecen empeñadas en perderse, que su pérdida no es un desastre.
Pierde algo cada día. Acepta el tumulto de llaves de puertas perdidas, la hora malgastada.El arte de perder no es difícil adquirirlo.
Práctica entonces perder más aún, y más rápido:lugares, nombres, y el sitio al que se suponía que viajarías. Nada de esto será un desastre.
Perdí el reloj de mi madre, y -¡mira!- la última, openúltima de tres casas que amaba se fue.El arte de perder no es difícil adquirirlo.
Perdí dos ciudades, ambas adorables. Y, más ampliamente,algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.Los echo de menos, pero no fue un desastre.
-Hasta al perderte a ti (la voz bromista, un gesto de amor) no habré mentido. Es evidente que el arte de perder no es demasiado difícil de adquirir aunque parezca por momentos (¡Escríbelo!) un desastre.
Cuando leí este poema de Elizabeth Bishop en la red, movió muchas fibras en mí.
Yo, he perdido muchas cosas....
He perdido cédulas de identidad, llaves, libros, fotos, cheques, un celular y hasta he perdido el tiempo.
He perdido la pista de amigos que fueron especiales en mi vida y he perdido también la paciencia (ésa, demasiadas veces para ser honesta). Algunos dicen que no se pierde la vergüenza porque hacía mucho que ya no se tenía, pero yo aún tengo un poco de ella y esto, por raro que parezca, es algo que sí quisiera perder.
He perdido la cabeza por un hombre y he perdido en la lotería.
He perdido las ilusiones tras un amor que se fue, que me dejó.
He perdido horas preguntándome que paso y llorándole. Casi he perdido la fé y hasta la esperanza.
Me he perdido a mí misma una y otra vez para volverme a encontrar ahí, parada frente al espejo.
Pero sin lugar a dudas ninguna de estas perdidas no se comparan a perder a un ser querido (familiar, conocido o a un amigo) Esa que trata de convencernos de que es algo natural e irremediable, algo con lo que se tiene que vivir, algo que se tiene que enfrentar, aceptar y superar.
Esta pérdida vino a enseñarme que las otras no lo eran, eran simplemente depuraciones. Depuraciones de personas y objetos sin los que aprendí a vivir; de amores que me dejaron dolor en un momento y luego enseñanzas, pero que al fin y al cabo tampoco eran para mí.
¿Pero cómo te explicas la muerte de un amigo por extrañas circunstancias? ¿Cómo justificas la forma como murió? ¿Cómo te convences a ti mismo que no pasa nada, que la vida sigue?
La pérdida de un amigo se supera cuando te das cuenta de toda la ganancia que tu vida tuvo gracias a él. Al final, fue una ganancia enorme, insustituible, indestructible.
Sus padres, por sus hermanos, sus amigos que nos quedábamos sin su presencia, su buen humor, sus locuras, su cariño.
Y yo, perdiendo, nuevamente, mi tiempo sintiendo rabia por aquel amor que se fue, que me dejó así, sin decir nada, sin avisar; perdiendo mis lágrimas por aquel que no quiso amarme o que no quiso vivir su vida junto a mí. Entonces, hice un compromiso conmigo misma: basta de seguir mirando mis pérdidas; basta de seguir pensando que “se fue?, más bien quiero pensar que estuvo, que vino, que vivió, que dejó, que amó y que dio.
Quiero pensar en todo lo que sí tengo; dejar de añorar lo que se escapó. Quiero disfrutar lo que está conmigo ahora; mi familia para amar, los nuevos y los viejos amigos, mis perros, mi casa, la cartera más linda, el nuevo Cd, la cama para mí sola, el coraje para salir adelante, la salud para continuar....... mi vida en mis manos, sola, solita para mí, para que yo la disfrute, para que yo la maneje, para que yo la quiera.
Cuando me enteré de la muerte de Neil, reflexioné mucho y me di cuenta de que estaba fijándome demasiado en lo que se iba, pero muy poco en lo que se quedaba.
Y pensé en mí, en toda la gente que podría haber en ese lugar si yo estuviera dentro de la caja. Lo que vi fue algo que me hizo sonreír: vi a mis padres y mis hermanos, a mis sobrinos, vi a mis viejos y nuevos amigos, vi risas y momentos compartidos, vi caminos construidos, vi aprendizaje comprendido, viajes disfrutados, comidas saboreadas; vi zapatos enlodados, fotos impresas, amores a veces correspondidos y otras no tanto. Te vi a ti que me has leído, has creído y hasta te has identificado.
Así, lo único que se puede hacer ante este arte de la pérdida, es el arte, mucho más fácil de dominar, de ganar.
Para mi querido Neil que no se fue, sino que se quedó.