
Antes del Internet y del correo electrónico todo mundo se escribía cartas, se mandaban recados o se dejaban en el buzón o debajo de la puerta de la casa de alguien en especial. Cuando los teléfonos celulares no enviaban ni recibían mensajes de texto, la gente podía escribir con gusto, era cuando las cartas y los recados tenían esa calidez orgánica de las palabras que nacen del corazón y se aderezan con la dulzura de las manos de quien los escribe. Ahora no se acumula papel pero se ha perdido el calor humano (después de todo, hay que vaciar los mensajes para liberar espacio en la memoria de un teléfono celular). A la larga puede resultar incómodo guardar tantas cosas que adoptamos como “recuerdos”. De los objetos guardados se pueden salvar algunas cartas, las fotografías, las postales y quizá hasta un llavero. Como describía arriba, hay personas que guardan hasta la envoltura del chocolate que comieron con alguien especial, facturas de compra o un simple bolígrafo corporativo. La excentricidad no distingue razas ni credos.Parece que los humanos acumulamos objetos, cartas y demás papeles viejos como si de esa manera detuviésemos el tiempo. Es una forma de frenar el paso del tiempo y volver a vivir las emociones pasadas. Podemos tener recuerdos en la mente y que se refuerzan con la memoria táctil y la memoria olfativa, la memoria sonora y la memoria fotográfica. Situaciones y lugares, aromas, llantos, cantos, texturas, colores, el clima, rostros, bocas y pieles, elementos que se guardan en la memoria para darle sentido a nuestras vidas. En algún momento, los seres humanos sufrimos una especie de “pérdida de la memoria” y parece que, como por arte de magia, olvidamos personas, hechos y fechas. Los que son aprehensivos recurren a sus “fetiches” de papel para recordar a detalle los hechos del pasado, las cosas que se dijeron ayer. El paso del tiempo es el fondo en el teatro de la vida, el envejecimiento es un proceso natural hacia un final inminente o un principio. Nos aferramos al tiempo pasado como si de esa forma detuviéramos la vida. O tal vez nos amarramos a los recuerdos para no olvidar quienes somos y de donde venimos. En una caja de cartón cabe toda una vida aunque por razones de espacio (habitacional o espiritual) haya que depurar algunos recuerdos.
Gracias por leerme!!!
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