Gracias vida por lo enseñado!

Acabamos de empezar el año y parece que es el momento de los propósitos y de las buenas intenciones. Parece como si el calendario nos marcara un punto de arranque en el que enterrar lo viejo y empezar lo nuevo, y este año sí, cumpliremos los objetivos marcados, no nos cansaremos o renunciaremos a las dos semanas, este, estamos convencidos, va ha ser nuestro año. Y no solo lo pensamos nosotros, todos nuestros amigos y conocidos están convencidos de ello y no dejan de felicitarnos por ello y darnos nuestros mejores deseos: va a ser nuestro gran momento, vamos a ser nuevos.

Parece que con el cambio de hoja en el almanaque, con la euforia del momento y las campanadas nos olvidamos que esa persona nueva que queremos cambiar no existe ya, que ha desaparecido con ayer y que tan solo nos queda su recuerdo al que con más o menos intensidad nos agrada apegarnos pero que ya no nos contiene, que ya no somos nosotros. Nos olvidamos que somos nuevos, a estrenar, cada día, a cada instante, en este mismo momento y que, así como decidimos el lugar, la fecha y la familia de nuestro nacimiento, así somos artífices y creadores, permanente de nuestra existencia y, por ello, somos los directores y responsables, los que llevamos el timón de la nave en cada uno de nuestros constantes y continuos renacimientos de la Vida nos exige y nos regala.
La naturaleza nos demuestra que después de cada noche viene el día, sin traumas. Cada momento tiene su sentido y debemos vivirlo.
Cada respiración es diferente, es aceptar y vivir con alegría, sin querer condicionar.
Los desafíos son para renacer.
Algunos opinan que el pasado influye en el nacimiento de cada día, que el pasado está ahí aunque su importancia depende de ti.
Nos apegamos a cosas del pasado como excusa para justificar acciones o decisiones, mientras hay otras cosas que no nos acordamos y no influye en nuestras decisiones.
Un cambio de trabajo, de domicilio o solamente una forma diferente de posicionarte en la vida es un renacimiento.